domingo, 11 de octubre de 2015

La caja que escondía un secreto.

Después de la revolución que me ha supuesto el inicio de la tienda on-line la semana pasada, con un montón de mensajes de ánimo y buena suerte que os agradezco de corazón, esta semana volvemos a la normalidad con un trabajo de los que a mí personalmente más me gustan.



No sé si recordaréis, hace un par de semana os hablé del mercadillo mensual de antigüedades y artesanía que tenemos en mi ciudad todos los primeros sábados del mes. Pues la última vez que fui compré dos cajas de madera, una que tengo a medias y la que os enseño hoy, que es una preciosidad.

A simple vista me recordó a esta otra caja que compré también allí y que recuperé para mi hija. Igual que entonces me gustó el aspecto, no tenía carcoma, era muy barata... aunque había algo que llamaba mucho la atención: tenía las bisagras en la misma cara que el cierre. ¿¿??.


Y cuál fue mi sorpresa al abrirla: ¡¡no era una caja sino una escribanía portátil!!. El vendedor me comentó que era de procedencia portuguesa y la utilizaban los administradores y notarios de gente importante y con dinero, que en vez de ir a la oficina a resolver sus asuntos... venía la oficina a su casa para que ellos no tuvieran que desplazarse. ¡¡Sin comentarios jaja!!.

El caso es que la escribanía es preciosa. Al levantar la tapa aparecen cuatro espacios para guardar los útiles de escribir y en la misma tapa hay dos compartimentos para clasificar papeles.

Pero hay más: la parte anterior también se abre para servir como una pequeña superficie de apoyo, supongo que los pobres administradores a veces tendrían que resolver los asuntos sobre sus rodillas, en el campo o vete a saber dónde y esta superficie extra para apoyar les venía muy bien. Eso resolvía el misterio de que estuviesen las bisagras y el cierre en el mismo lado de la caja.

Y así es totalmente abierta:
Como siempre empecé quitando los herrajes, aunque sólo pude quitar las bisagras porque tanto el asa como el cierre estaban fijados con unos remaches muy fuertes y me dio miedo dañar la madera al quitarlos. Al quitar las bisagras, y en la parte interior de los compartimentos de la tapa, se veía el color original de la madera antes de haberle dado el tinte oscuro que tenía.

Además tenía una especie de cera pegajosa que se había colado por las hendiduras y que tuve que quitar con mucho cuidado, utilizando agua con sosa caústica. 

No fue difícil limpiarla porque salía con mucha facilidad, no tenía barniz y apenas con frotar un poco con el estropajo iba saliendo el agua casi negra y dejando limpia la madera. El problema de la sosa es que aún con guantes, delantal y toda la protección posible me acabé quemando un brazo, porque una de las piezas me resbaló y fue a parar a la parte interna del codo, donde la piel es más sensible. ¡¡Ayy, que afición ésta tan trabajosa jaja!!.
Una vez estuvieron todas las limpiezas lavadas y bien secas lijé suavemente con una lija de grano fino para quitar el repelo que deja el lavado en la madera. Apliqué tinte de color roble medio, un color que me gusta mucho y que he utilizado en más ocasiones, porque no es oscuro y da a la madera un tono muy natural.

Después apliqué una mano generosa de cera Chopo incolora con brocha, para que penetrase bien en la madera, que había quedado muy reseca. Por último, y utilizando lana de acero fina, estopa y calcetín de lana (en ese orden) bruñí la cera con energía y paciencia, un trabajo que es muy agradable porque se va viendo cómo la madera adquiere el brillo satinado de la cera y un aspecto hidratado y cuidado. Hice estas dos fotografías para mostraros lo que digo de la cera. En la primera sólo está terminada la mitad de la base y se aprecia perfectamente hasta dónde se ha llegado.

En esta otra, donde ya he sacado toda la cera, se ve cómo ha quedado la madera brillante y el poro perfectamente cerrado.

Las bisagras las quise conservar porque en una pieza como ésta poner bisagras nuevas es un "cante", pero estaban oxidadas y pringadas de la cera vieja pegajosa. Así es que seguí los siguientes pasos:

1.- Sumerjirlas en decapante durante dos horas, removiendo de vez en cuando, para que soltaran toda la suciedad y restos de otros productos.

2.- Aplicarles quitaóxido especial para metales.
3.- Barnizarlas con barniz zapón especial metales.

Así conservaron el aspecto envejecido, mirar qué bonitas quedan, viejas pero sin óxido y protegidas:

Los mismos pasos seguí con el asa y el cierre, aunque en este caso, como no podía quitarlos y no quería que los productos dañaran la madera organicé todo este tinglado para proteger la tapa: 
Y ahora os puedo mostrar el resultado final. Así ha quedado y éste será su nuevo sitio: en la entrada de casa, para las cartas y con bolígrafos y papel para dejar recados (a ver cuánto duran los bolígrafos, porque en cuanto alguien necesite uno y se acuerde que aquí hay...).


Siento que me haya salido un post tan largo, espero no haberos aburrido pero quería que viéseis todos los pasos que he seguido por si os puede servir de ayuda.

Besos.





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